El valor del silencio

Hace unos días recibí de LIBROSENRED.com una gacetilla con algunas frases de célebres personalidades que invitaban al elogio del silencio y la valoración de las palabras.
Pensé cuantas veces como docente y como madre incluso he caído en el exceso de palabras que terminaban diluyendo el sentido de lo que deseaba transmitir.

Tarea ineficaz y más aún con estas nuevas generaciones tan afectas a las pocas palabras y con una atención fugaz.
También recordé situaciones en que me fue necesario fijar los límites y en las que la abundancia de explicaciones terminó dando por resultado que lo que yo decía  “entre por un oído y salga por el otro”.
Por último destaco también cuantas cosas nos perdimos de nuestros hijos en esos monólogos desbordantes de palabras. Y me pregunto qué hubiera pasado si me quedaba callada o si sólo hubiera usado un gesto, un abrazo, un beso, una mirada penetrante, un apretón de manos o una cara adusta.
Vivimos en un mundo ruidoso. Ruidos por doquier nos aturden, nos confunden, alteran nuestra tranquilidad, invaden todos nuestros espacios y pensamientos. Ruidos en la calle, celulares que anuncian recepción de mensajes, radios, tv, computadoras con jueguitos sonoros.
Pero los momentos más trascendentes exigen silencio, atención y espacio para el pensamiento. El silencio permite la escucha del otro, ayuda a atender y entender los detalles de las personas, de las situaciones y de nosotros mismos.
El silencio predispone a la calma, la reflexión y la creatividad. Muchas veces nos desarma y puede ser muy poderoso, más que cualquier palabra. Sin duda, es el mejor camino para el autoconocimiento.
Sólo en silencio se puede guardar un secreto y sirve para expresar aquello donde no hay palabras que alcancen.
Qué bueno sería no sólo enseñar a decir con palabras sino también enseñar a decir con silencios.
Comparto con ustedes un hermoso poema de Hamlet Lima Quintana sobre el valor del silencio.
Con el afecto de siempre.

Miriam Alonso
Rectora del Nivel Medio

 

Elogio del silencio
(Hamlet Lima Quintana)

A veces el silencio
es la palabra justa,
la que enciende las luces,
la que mejor se escucha,
la que place o se sufre
cargada de milenios,
la que otorga hermosura,
la flor del pensamiento.

En ese momento
de la clara armonía,
de la mejor tristeza,
de la entera alegría.
Es el gran fundamento
que ronda a la grandeza:
tu palabra y la mía
habitan el silencio.

Por eso la palabra
debe ser pronunciada
como una ceremonia
con aire de campanas,
una fiesta del alma,
farol del pensamiento,
porque fue generada
por el mejor silencio.


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