Con el tiempo descubrí que Domingo Faustino Sarmiento fue una persona muy controvertida,  se ganó amigos y enemigos, pero lo que nunca pudo producir es indiferencia. Siempre despertó pasiones, porque también vivió apasionadamente. Este año se cumplieron 200 años de su nacimiento, exactamente el 15 de febrero.
¿Qué hizo Sarmiento por la educación para merecer que el 11 de septiembre, día de su muerte, fuera el elegido para homenajear a todos los maestros?

Su vida y su obra nos da la respuesta a este interrogante. Domingo era hijo de doña Paula Albarracín y de don José Clemente Sarmiento, un arriero y peón de campo que luchó en las guerras de la independencia y que quiso que su hijo pudiera tener un futuro mejor, que pudiera estudiar, lograr lo que él no pudo.

Sarmiento cumplió con creces el deseo de su padre, su pasión por aprender y enseñar se conjugaron en él desde muy joven. Gracias a la ayuda de su tío sacerdote aprendió a leer de corrido a los 4 años y empezó la escuela a los cinco en la Escuela de la Patria, en su ciudad natal San Juan. A los quince años fundó su primera escuela en San Francisco del Monte de Oro (provincia de San Luis), donde ya se desempeñaba como maestro de un grupo de alumnos que lo superaban en edad.

Desde su multifacética obra llegó a ser una de las figuras más importantes de la historia y la cultura latinoamericana: fue maestro, subteniente de milicias, escritor, periodista, senador, ministro, director general de escuelas, sociólogo, diplomático, gobernador, hasta convertirse en Presidente de la Argentina.

Fue un activo militante político, lo que lo llevó varias veces al exilio, principalmente debido a su oposición a Rosas y al caudillo riojano Facundo Quiroga. Uno de sus destinos fue Chile y allí su actividad fue muy notable en la enseñanza, por lo que se le confió la organización de la primera escuela del magisterio de Sudamérica. También se destacó en el periodismo, publicó artículos en El Mercurio de Valparaíso y en El Progreso de Santiago de Chile. Visitó Estados Unidos y Europa, donde publicó obras literarias y se interiorizó sobre los últimos adelantos en educación.

En San Juan fundó el periódico El Zonda. Fue un gran escritor y con sus obras prácticamente se funda la literatura argentina:  Recuerdos de Provincia, de corte autobiográfico; Vida de Dominguito, que narra la vida de su hijo adoptivo muerto en la guerra del Paraguay; Educación Popular; Método de Lectura Gradual y Facundo, Civilización y Barbarie.

Como gobernador de San Juan, decretó la ley de enseñanza primaria obligatoria y a los cincuenta y siete años ocupó la Presidencia de la República Argentina (entre los años 1868 y 1874), época en la que promovió sus ideas liberales, que se centraron en los principios democráticos, las libertades civiles y la oposición a los regímenes dictatoriales. Como Presidente, Sarmiento estimuló aquello por lo que había luchado toda su vida: la educación y la cultura de su pueblo. Entre su vasta obra educativa, además de lograr que en este período la población escolar se elevara de treinta mil a cien mil alumnos, merece citarse la creación de numerosas escuelas primarias, la Academia de Ciencias, la Escuela Normal de Paraná  para la que contrató maestros extranjeros, la Universidad Nacional de San Juan, la Facultad de Ciencias Físicas y Matemáticas, la Biblioteca Nacional de Maestros y el Observatorio Astronómico de Córdoba. Interesado en la formación profesional de las fuerzas armadas, fundó la Escuela Naval y el Colegio Militar. Fomentó además el desarrollo del comercio, la agricultura y el transporte. Realizó el primer censo demográfico, alentó la inmigración, encargó la reforma del puerto, contribuyó al desarrollo de las telecomunicaciones y contrató a hombres de Ciencia extranjeros. Ya en 1881, como superintendente general de escuelas, fundó la revista El Monitor de la Educación Común, referencia fundamental para la educación argentina.

Por cuestiones de salud, viajó a Paraguay (Asunción), donde escribió sus últimos artículos periodísticos y allí, finalmente, falleció, el 11 de septiembre de 1888. Su mérito como educador no sólo es reconocido en nuestro país, que es el suyo,  sino en toda América donde también se festeja el Día del maestro  el 11 de septiembre, a partir de la Conferencia Interamericana celebrada en Panamá en 1943.

De carácter fuerte, con un humor irónico, de gesto adusto, algo ególatra, pasional en las discusiones, rebelde, empeñado en conseguir los objetivos que se proponía. Y así fue que de ser un niño humilde en San Juan llegó a alcanzar los más altos cargos y honores  de nuestra República. 

Los hechos que acabo de narrarles explican un poco como su  persona fue clave en la construcción de una Argentina modelo de la educación pública  Latinoamericana, pero también su vida es un ejemplo de aprendizaje continuo para superarse.

La sociedad en que vivimos nos muestra permanentemente que es necesario que retomemos el valor que Sarmiento le reconoció a la educación, como maestro pero también como alumno, y que resumió en algunas de sus célebres frases:

Todos los problemas son problemas de educación.

Hombre, pueblo, Nación, Estado, todo:
todo está en los humildes bancos de la escuela.

La ignorancia es atrevida.

¡Bárbaros! Las ideas no se matan.

Sostener el valor de la educación dependen de toda la sociedad: familia y escuela, pero fundamentalmente es obligación del Estado.
Tras estas palabras de homenaje al Maestro que me propuse compartir con ustedes les envío un cordial saludo.